Si miramos la expresión en el rostro de Santa Teresa nos damos una idea de aquella maravilla que sucede ante sus ojos.
Se realizó entre 1647 y 1651 por Jean Lorenzo Bernini, para ser colocada sobre la tumba del cardenal Cornaro, quien la solicito a Bernini, la tumba se localiza en la iglesia de Santa María de la Victoria, en Roma.
Considerada una de las piezas más hermosas del Barroco romano, y localizada en la que hoy se llama la capilla del Cornaro, esta pieza nos atrapa por su complejidad ¿que contempla la santa? al menos yo me lo pregunto.
Con su semblante mirando hacia arriba, los ojos semi-cerrados, y la boca entre abierta. Nos hace pensar...
Sí, la santa contempla una imagen divina, quizá la de Dios, ó el paraíso prometido, o quizá no contempla nada. Y frente a ella ese hermoso serafín sostiene esa flecha, su inocente puño la sostiene con fuerza y en sus labios se dibuja una sonrisa llena de satisfacción.
Una imagen angelical con una flecha, no recuerdo otra imagen haci en las distintas representaciones que he visto de estos seres.
Santa Teresa fue una escritora mística, lo cual significa que escribía cuando entraba en un estado de trance o éxtasis religioso. No me extenderé en su vida, pues no es el tema que nos ocupa, pero añado aquí la descripción que ella misma hizo de uno de los trances o éxtasis en que caía, y en el cual se baso Bernini.
"Veíale en las manos un dardo de oro largo, y al fin del hierro me parecía tener un poco de fuego. Este me parecía meter por el corazón algunas veces, y que me llegaba a las entrañas. Al sacarle, me parecía las llevaba consigo, y me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios. El dolor era tan fuerte que me hacia lanzar gemidos, mas esta pena excesiva estaba tan sobrepasada por la dulzura que no deseaba que terminara. El alma no se contenta ahora con nada menos que con Dios. El dolor no es corporal sino espiritual, aunque el cuerpo tiene su parte en él. Es un intercambio amoroso tan dulce el que ahora tiene lugar entre el alma y Dios, que le pido a Dios en su bondad que haga experimentarlo a cualquiera que pueda pensar que miento... "
La santa mira hacia arriba, la acompaña un ángel, y es herida por él, contempla algo que nosotros no podemos, al mirarla no concebimos el porque de su gesto, de su estupor, es sencillamente incomprensible pues no contemplamos lo que ella, pero si miramos de nuevo, encontramos en ella algo conocido para nosotros.
La boca está abierta, los ojos entrecerrados, la santa gime de dolor y de placer. Placer, esa es la emoción que reconocemos en su rostro y si urgamos un poco más en la escultura, vemos a un ángel que quizá no lo sea, ¿un cupido quizá? con su flecha y su rostro inclinado de forma casi seductora, y sus labios, esa sonrisa bien puede ser, más que inocente, una expresión de autentica complicidad incluso maldad.
Podemos advertir que en su época más de uno se avergonzo en secreto al contemplar la expresión en el rostro de Santa Teresa, sin duda veían en ella más que una mera representación de la abstracción religiosa. Pues no se compara a ninguna otra imagen que alude escenas o momentos de la vida de santos y/o vírgenes. Y podemos decir (algunos con vergüenza, otros no tanto) que ese mismo sentimiento se apodera de nosotros, pues en Santa Teresa no solo vemos la expresión profundamente espiritual que la atañe, también vemos la culminación de un deseo o una pasión que conocemos y entendemos muy bien...
El éxtasis de Santa Teresa es una escena etérea y mundana, la expresión en su rostro, nos resulta perturbadora y enigmática, pero reconocida. Y nos embarga una mezcla de sentimientos y emociones, de afirmaciones y dudas, porque la pétrea figura esta llena de vida, nos estimula. Quisieramos ver lo que ella ve, sentir lo que ella siente, anhelamos ser heridos por ese ángel sonriente, estar en el lugar que ella ocupa, nos atrapa porque la imagen en conjunto, es profundamente hermosa, violenta y espiritual...
Erótica...
Se realizó entre 1647 y 1651 por Jean Lorenzo Bernini, para ser colocada sobre la tumba del cardenal Cornaro, quien la solicito a Bernini, la tumba se localiza en la iglesia de Santa María de la Victoria, en Roma.
Considerada una de las piezas más hermosas del Barroco romano, y localizada en la que hoy se llama la capilla del Cornaro, esta pieza nos atrapa por su complejidad ¿que contempla la santa? al menos yo me lo pregunto.
Con su semblante mirando hacia arriba, los ojos semi-cerrados, y la boca entre abierta. Nos hace pensar...
Sí, la santa contempla una imagen divina, quizá la de Dios, ó el paraíso prometido, o quizá no contempla nada. Y frente a ella ese hermoso serafín sostiene esa flecha, su inocente puño la sostiene con fuerza y en sus labios se dibuja una sonrisa llena de satisfacción.
Una imagen angelical con una flecha, no recuerdo otra imagen haci en las distintas representaciones que he visto de estos seres.
Santa Teresa fue una escritora mística, lo cual significa que escribía cuando entraba en un estado de trance o éxtasis religioso. No me extenderé en su vida, pues no es el tema que nos ocupa, pero añado aquí la descripción que ella misma hizo de uno de los trances o éxtasis en que caía, y en el cual se baso Bernini.
"Veíale en las manos un dardo de oro largo, y al fin del hierro me parecía tener un poco de fuego. Este me parecía meter por el corazón algunas veces, y que me llegaba a las entrañas. Al sacarle, me parecía las llevaba consigo, y me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios. El dolor era tan fuerte que me hacia lanzar gemidos, mas esta pena excesiva estaba tan sobrepasada por la dulzura que no deseaba que terminara. El alma no se contenta ahora con nada menos que con Dios. El dolor no es corporal sino espiritual, aunque el cuerpo tiene su parte en él. Es un intercambio amoroso tan dulce el que ahora tiene lugar entre el alma y Dios, que le pido a Dios en su bondad que haga experimentarlo a cualquiera que pueda pensar que miento... "
La santa mira hacia arriba, la acompaña un ángel, y es herida por él, contempla algo que nosotros no podemos, al mirarla no concebimos el porque de su gesto, de su estupor, es sencillamente incomprensible pues no contemplamos lo que ella, pero si miramos de nuevo, encontramos en ella algo conocido para nosotros.
La boca está abierta, los ojos entrecerrados, la santa gime de dolor y de placer. Placer, esa es la emoción que reconocemos en su rostro y si urgamos un poco más en la escultura, vemos a un ángel que quizá no lo sea, ¿un cupido quizá? con su flecha y su rostro inclinado de forma casi seductora, y sus labios, esa sonrisa bien puede ser, más que inocente, una expresión de autentica complicidad incluso maldad.
Podemos advertir que en su época más de uno se avergonzo en secreto al contemplar la expresión en el rostro de Santa Teresa, sin duda veían en ella más que una mera representación de la abstracción religiosa. Pues no se compara a ninguna otra imagen que alude escenas o momentos de la vida de santos y/o vírgenes. Y podemos decir (algunos con vergüenza, otros no tanto) que ese mismo sentimiento se apodera de nosotros, pues en Santa Teresa no solo vemos la expresión profundamente espiritual que la atañe, también vemos la culminación de un deseo o una pasión que conocemos y entendemos muy bien...
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