sábado, 15 de enero de 2011

El éxtasis de Santa Teresa...



  Si miramos la expresión en el rostro de Santa Teresa nos damos una idea de aquella maravilla que sucede ante sus ojos.

  Se realizó entre 1647 y 1651 por Jean Lorenzo Bernini, para ser colocada sobre la tumba del cardenal Cornaro, quien la solicito a Bernini, la tumba se localiza en la iglesia de Santa María de la Victoria, en Roma.

  Considerada una de las piezas más hermosas del Barroco romano, y localizada en la que hoy se llama la capilla del Cornaro, esta pieza nos atrapa por su complejidad ¿que contempla la santa? al menos yo me lo pregunto.

  Con su semblante mirando hacia arriba, los ojos semi-cerrados, y la boca entre abierta. Nos hace pensar...

  Sí, la santa contempla una imagen divina, quizá la de Dios, ó el paraíso prometido, o quizá no contempla nada. Y frente a ella ese hermoso serafín sostiene esa flecha, su inocente puño la  sostiene con fuerza y en sus labios se dibuja una sonrisa llena de satisfacción.

  Una  imagen angelical con una flecha, no recuerdo otra imagen haci en las distintas representaciones que he visto de estos seres.

  Santa Teresa fue una escritora mística, lo cual significa que escribía cuando entraba en un estado de trance o éxtasis religioso. No me extenderé en su vida, pues no es el tema que nos ocupa, pero añado aquí la descripción que ella misma hizo de uno de los trances o éxtasis en que caía, y en el cual se baso Bernini.

  "Veíale en las manos un dardo de oro largo, y al fin del hierro me parecía tener un poco de fuego. Este me parecía meter por el corazón algunas veces, y que me llegaba a las entrañas. Al sacarle, me parecía las llevaba consigo, y me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios. El dolor era tan fuerte que me hacia lanzar gemidos, mas esta pena excesiva estaba tan sobrepasada por la dulzura que no deseaba que terminara. El alma no se contenta ahora con nada menos que con Dios. El dolor no es corporal sino espiritual, aunque el cuerpo tiene su parte en él. Es un intercambio amoroso tan dulce el que ahora tiene lugar entre el alma y Dios, que le pido a Dios en su bondad que haga experimentarlo a cualquiera que pueda pensar que miento... "

  La santa mira hacia arriba, la acompaña un ángel, y es herida por él, contempla algo que nosotros no podemos, al mirarla no concebimos el porque de su gesto, de su estupor, es sencillamente incomprensible pues no contemplamos lo que ella, pero si miramos de nuevo, encontramos en ella algo conocido para nosotros.

  La boca está abierta,  los ojos entrecerrados, la santa gime de dolor y de placer. Placer, esa es la emoción que reconocemos en su rostro y si urgamos un poco más en la escultura, vemos a un ángel que quizá no lo sea, ¿un cupido quizá? con su flecha y su rostro inclinado de forma casi seductora, y sus labios, esa sonrisa bien puede ser, más que inocente, una expresión de autentica complicidad incluso maldad.

  Podemos advertir que en su época más de uno se avergonzo en secreto al contemplar la expresión en el rostro de Santa Teresa, sin duda veían en ella más que una mera representación de la abstracción religiosa. Pues no se compara a ninguna otra imagen que alude escenas o momentos de la vida de santos y/o vírgenes. Y podemos decir  (algunos con vergüenza, otros no tanto) que ese mismo sentimiento se apodera de nosotros, pues en Santa Teresa no solo vemos la expresión profundamente espiritual que la atañe,  también vemos la culminación de un deseo o una pasión que conocemos y entendemos muy bien...

  El éxtasis de Santa Teresa es una escena etérea y mundana, la expresión en su rostro, nos resulta perturbadora y enigmática, pero reconocida. Y nos embarga una mezcla de sentimientos y emociones, de afirmaciones y dudas, porque la pétrea figura esta llena de vida,  nos estimula. Quisieramos ver lo que ella ve, sentir lo que ella siente, anhelamos ser heridos por ese ángel sonriente, estar en el lugar que ella ocupa, nos atrapa porque la imagen en conjunto, es profundamente hermosa, violenta y espiritual...

  Erótica...

El nacimiento de Eros



  El padre de Eros fue Ingenio, o Astucia, su madre Pobreza, o Necesidad. Eros salió a ellos, está en constante necesidad, y se las ingenia incesantemente para satisfacerla.

  Eros, es el hijo de Poros (Astucia), y Penia (Necesidad), haci pues Eros (el amor, o atracción) nace cuando se mezclan la astucia y la necesidad.

  Cuando una persona se siente sola, deprimida, o aburrida, es el momento justo para atacar. Si infringimos una herida (con astucia), crearemos una necesidad, esto hará que el/lla se sienta atraid@ hacia nosotros, no se trata de disparar a quemarropa, se trata solo de infringir un poco de daño. La representación simbólica de este elemento, son las flechas que lanza Eros a sus victimas.

  En la tradición romana su equivalente es Cupido. Dicho de otra manera, nosotros tenemos una necesidad, al infringir la herida en otra persona, ella también sentirá necesidad, hagamosle ver la monotonía en la cual esta inmersa  su vida, y abriremos una brecha que nos  permitirá llegar a su interior y podremos conquistarla.

  Si lo analizamos, los antiguos mitos griegos, nos aportan (en forma de analogías) una visión muy profunda de distintas condiciones humanas. En el mito de Eros y Psique, por ejemplo,  vemos como la mente se nubla al estar sometida al influjo del amor (Eros-Penia), estamos dispuestos a hacer cualquier cosa, incluso aquellas que caen en la exagerada falta de lógica, no pensamos correctamente, nos sentimos abrumados, queremos saber del otro, queremos que piense en nosotros, y solo pensamos en estar con esa persona.

  Pero eso no es todo, una vez hecha la herida debemos agregar más dosis de astucia y necesidad, debemos ocupar la mente del otro.

   Amor y sexo son parte de una misma necesidad, no están separados, el sexo de hecho es una expresión de amor, pues queremos y necesitamos vincularnos, sentir al otro cerca de nosotros, su calor, su afecto,  la unión coital crea en el hombre, la sensación de retornar a su origen, y para la mujer la de ser llenada en todo su ser, (como si la unión la completara), lo que ocurre es que en nuestra sociedad, se idealiza al amor como algo etéreo y se limita al  sexo como una pasión primitiva o un acto meramente físico.

  Alexander Lowen, en su libro Amor y Orgasmo nos habla de este tema, pero no profundizare en lo que dice su libro, porque para empezar tendría que hacer referencia a información que requiere más de una pagina, y porque esta no es la línea que pretendo seguir en este momento.

  Si complacemos, si somos serviciales, demostramos nuestro interés en el/a otr@, su reacción puede ser la de sentirse alagad@, pero esta impresión durará solo un poco, o bien puede salir huyendo, los humanos somos de lo más raros (ja) puede gustarnos alguien y cuando por fin nos habla nos comportamos de forma realmente idiota, bien esto se da más cuando un hombre inicia la interacción con una mujer y tiene un porque, si la persona se da cuenta de nuestro interés, podrá activar un escudo, en forma de, un mal gesto, una mirada despreciativa, un comentarío grosero, etc. Esto se debe a que ella no quiere ser vista como una chica "fácil" de ligar o bien esta cualificando al hombre, lo que significa que lo esta poniendo a prueba.

  Pero recuerda, ninguna persona es totalmente feliz, aún la mujer más bella posee inseguridades, de hecho yo he conocido chicas que no tienen nada de auto-estima, pero que resplandecen por su físico, y hasta llegan a proyectar mucha seguridad, bien, si eres hábil sabrás infringir esa herida, no serás ese hombre totalmente amable o servicial, porque al final eso aburre, cuando ya tenemos a la persona en el bolsillo nos deja de interesar, porque no representa ningún reto para nosotros. Esta es una de las razones por las cuales se es infiel, sobre todo en las mujeres, saberse segura de que tiene a un hombre que hace todo lo que ella quiere o pide, puede llenar su ego, pero inevitablemente lanzara sus miradas al rededor, y en su campo visual puede aparecer otro hombre que no acepta sus caprichos, porque necesitamos limites, sin ellos nuestra vida seria aún más monótona pues haríamos lo que más nos plazca sin tener que reparar en repercusiones.

   Si queremos seducir, debemos ser astutos como zorros, si queremos ganar la simpatía de otros no podemos ser simples ovejas, debemos ser listos sin dejar pasar las oportunidades que se nos presentan, ser como Cupidos alados, inocentes, amables y de repente ¡zas! lanzar nuestro veneno, para ocupar la mente del otro y ganar su afecto, su corazón, o su amor, en cualquiera de sus expresiones.